Gerald Hernández / Los Dantos
(31 de diciembre 2022).- El último día del año en Nicaragua tiene sentido especial más allá de celebrar que pasamos de un año a otro. Desde hace 50 años se honra en nuestro país la memoria de Roberto Clemente, quien entregó su vida por nosotros.
Clemente, considerado uno de los mejores jugadores latinos de todos los tiempos en las Grandes Ligas, hizo a un lado la cena de fin de año con su familia en su natal Puerto Rico y se montó un avión que estaba sobrecargado de ayuda para los damnificados del terremoto de Managua en 1972.
Apenas un par de semanas antes, el astro boricua había estado en el país como mánager del equipo de Puerto Rico en el Mundial de Beisbol Amateur y por supuesto sintió el cariño y admiración de los nicaragüense, lo que junto a su corazón humanitario, lo llevaron a recolectar ayuda para aliviar un poco la pena del desastre ocurrido en la Capital nicaragüense, y como tenía noticias que la guardia somocista se estaba robando la ayuda, decidió subir al avión para asegurarse que llegara a los más necesitados.
El avión se precipitó al mar unos minutos después de despegar de San Juan, Puerto Rico, y hasta llegó la vida de Clemente, pero su legado permanece intacto porque además de que fue un gran jugador, sobre todo fue un extraordinario ser humano.
Clemente solía decir que era doblemente discriminado: por ser negro y latinoamericano, pero no dejó que eso le quitara brillo. Fue el primer bateador latino en llegar a los 3,000 hits y el primero en ser exaltado al Salón de la Fama de Cooperstown. No obstante, el honor más grande que le hizo las Grandes Ligas fue crear el Premio Roberto Clemente que se entrega anualmente al jugador que mayor impacto tiene en la sociedad con sus obras fuera del terreno de juego.